Hoy nos levantamos con intenciones de coger el ferry con dirrección a las islas Lofoten a primera hora de la mañana, claro que nos cuesta un poco y al llegar al puerto nos dicen que el barco acaba de salir y que hasta la tarde no sale el siguiente. Para pasar el rato nos fuimos a dar una vuelta a ver una entrada de un fiordo que como es muy estrecho, con las subidas y bajadas de marea se crean unas corientes de agua impresionantes.
Por la tarde y tras mucho rato esperando en la cola del puerto, conseguimos embarcar rumbo a las islas Lofoten. El ferry duraba creo que casi tres horas así que nos dio tiempo a descansar un poco.
Cuando quedaba media hora empezaron a poner el partido Holanda-Italia, el pobre Albin estaba enganchadísimo a la Eurocopa. La llegada al archipiélago Lofoten es bastante impresionante, las islas se levantan hasta 1000 metros y se ven desde bastante lejos.
Desembarcamos en Moskenes y con la banda sonora a todo volumen nos dirigimos al sur, hacia un pueblo llamado Å, por el camino vimos secaderos de bacalaos, en uno de ellos paramos para agenciarnos uno, que por cierto olía fatal.
Luego seguimos conduciendo con tal euforia que se nos olvidó abierto el maletero, tuvimos suerte que no se nos cayera nada.
Tras cruzar Å llegamos al final de la carretera donde había un aparcamiento y estaba lleno de caravanas y autobuses, más allá sólo hay mar y montaña sin hueco para hacer carreteras, de hecho, es aquí donde empieza la E10.
Dimos media vuelta y nos dirigimos al norte cruzando puentes y túneles. Parámos cada 5 kilómetros a hacer fotos y admirar el paisaje que era impresionante.
Cuando nos dimos cuenta eran las 10 de la noche y buscamos un sitio para pasar la noche, pero en estas tierras no había ni un centímetro llano para poner la tienda, así que nos pusimos a hacer carretera entre montañas y nubes, para colmo empezó a llover.
Al rato llegamos a una intersección que se veía a lo lejos unos puentes, cruzamos y lo único que había al otro lado eran un par de casitas y un camping, pero desde ahí se veía que en las montañas de enfrente les estaba dando el sol así que volvimos a coger el coche y con la banda sonora otra vez nos dirigimos hacia Ramberg donde el sol de casi media noche bañaba las montañas.
Al llegar nos encontramos con un camping muy bien preparado con cocina y duchas además de una playa increible con aguas cristalinas y arena suavísima con el sol de medianoche de fondo, lo malo es que el viento soplaba algo frequito. Como con Albin teníamos la apuesta de a ver quién se bañaba más veces, Pablo, Albin y yo nos pusimos el bañador y tras mucho pensárnoslo, nos metimos en la playa que estaba mejor que aquel lago en las montañas antes de llegar a Trondheim.
Luego nos dimos una ducha calentita y preparamos pasta en la cocina que resultaba increíblemente agradable.
Alrededor de la una de la mañana nos metimos a dormir en las tiendas. El viento soplaba fuerte al lado de la playa por lo que las iglús bailaron toda la noche.
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viernes, 24 de octubre de 2008
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